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miércoles, julio 13, 2011

La novela de Cintita (pilot)

No voy a poner textos diciendo de qué se trata todo esto. El arte no necesita preámbulos (?).

Enjoy!

Desgarrados de amor.

Telenovela TOP pero escrita en el blog.

(¡Link al capítulo 2!)

Capítulo 1 – El announcement.

Cintia camina de un lado a otro en su habitación, yendo y viniendo, pensando constantemente sobre el mismo tema. La cola del vestido rojo al mejor estilo Natalia Oreiro en los Martín Fierro la sigue, arrastrándose en el piso y sacándole un poco de lustre. Lauringa la mira preocupada, tratando de entender qué carajo le pasa.
-Estoy tratando de entender qué carajo te pasa –dice Laura. Ven, les dije.
-No te puedo decir Lau –responde Cintia, acomodándose el pelo que le llega hasta la cintura y sin ánimos de decir su típico “¡Uy cómo estoy!”-. Ya te dije que te tenés que enterar cuando se enteren todos. Por más que seas la más hot del 4855 no debés saber nada hasta que se enteren todos los demás.
-Pero no te entiendo. ¿Es un problema conmigo? ¿Es un problema con Mulán? ¡Ya sé! ¡El pingüino patagónico no te da bola y estás por confesar que te vas a vivir al sur para capturarlo!
-¡Pero no, boluda! Es algo más importante que eso… -dice Cintia- Se remonta a muchos años atrás…
Se muestra en pantalla imágenes de los 80 al mejor estilo Costumbres Argentinas. A la derecha de lo que parece ser un escenario improvisado en la vía pública de Moreno, una Cintia treinta años más joven cantaba temas haciéndose la Daniela Herrero hippie.
-No boluda, eso no –dice Cintia-. Tan en el pasado no. Ni había nacido.
-Ah bueno –contesta Lau-. ¿Entonces?
-Entonces… está bien. Te cuento.

Saliendo de su cuarto de su lujosa mansión ubicada en La Perlita, bajando las escaleras de mármol tallado y siguiendo por la alfombra roja hasta el hall, la cámara se encuentra con una multitud de personas esperando a que la anfitriona de las palabras de bienvenida, dando inicio a la fiesta loca que suele organizar en su casa. Preparando los equipos de audio estaba Guaymenos, desenredando unos cables que él mismo había enredado por distraerse al ver que llegaba un mozo con una bandeja de canapés. El tipo que llevaba los aperitivos le resultaba muy familiar.
-¡Eh cantinero! –dijo Pablo, tratando de acordarse cómo se les decía a los tipos que servían la comida- ¡Venga!
-Señor, ¿gusta servirse de canapés? –dijo el mozo, de cabellera bastante abultada y bigotes bastante feos, casi artificiales- Son la especialidad del chef: minipizzetas con aceituna negra rellena de morrón.
-Uhhh –dijo Guaymenos-. No me gusta el morrón verde.
-No te preocupes –contestó enseguida el mozo, denotando en su forma de hablar cierta confianza que resultaba fuera de tono en relación a la amabilidad esperada-. Son morrones rojos. Ya sé que no te gustan los verdes.
Pablo levantó las cejas, sobresaltado.
-¿Perdón?
-¿No me reconocés, boludo? –dijo el mozo, hablando en secreto- Está bien que tenga el bigote de Ned Flanders y la peluca de Silvio Soldán, pero tenés que darte cuenta de que soy yo.
-Vos… ¿Mariano?
-Sí, el que viste y calza. Escapé de la cárcel porque sabía que hoy Cintia iba a hacer un anuncio a los medios de comunicación. Por eso convocó a esta fiesta loca y vino la gente de La Nación y C5N (Clarín no vino porque el que convocó a los medios fue Ferrufino). Es para hacer una revelación que cambiará nuestras vidas para siempre. Especialmente la vida de nuestra hija Cintita.
Pablo no dejaba de sorprenderse (pero no dejaba de morfar minipizzetas con aceitunas rellenas de morrón rojo). Tiempo atrás, Mariano había sido encarcelado por múltiples homicidios a personas que estaban en coma. Si bien sus sensuales abogadas alegaron que lo había hecho en defensa propia, un par de tramoyas hechas por Mulán habían hecho que Mariano fuera a parar a la cárcel. Desde ese hecho habían pasado ya siete años, y no se tenían noticias de él desde el momento en que fue encarcelado.
-¿Qué tiene que ver Cintita con todo esto? –como buen padrino, Pablo tenía que proteger a su ahijada de las locuras de sus padres, llevándosela a Haití para mantenerla lejos de problemas, de ser necesario.
-Ya te vas a enterar. Vine para acá porque quería presenciar esta situación, y luego volver a las sombras, donde pertenezco.

[nota del autor: naaaa, si mi alter ego es exactamente igual a mí, ¿se nota?]

-Te voy estar vigilando –dijo Pablo-. No sé qué esperar de vos después aquellos hechos traumáticos en el carnaval de Gualeguaychú.
-Te entiendo perfectamente. Sigo con mi trabajo de incoggggggggnito –dijo Mariano, y desapareció. Después de todos estos años, todavía no se le había ido la costumbre de arrastrar las consonantes de algunas palabras.

La gente comenzaba a inquietarse. El equipo de repartidores de minipizzas comenzaba a colapsar luego de la llegada de la gente de Merlo Norte y para colmo de males, apareció Marianilla tocando bocina en la entrada.
Muchos se acercaron a ver qué pasaba afuera, pero por suerte no vieron lo que había dentro del camión que manejaba la señora Agustonti.
Guaymenos se acercó corriendo. Esta noche iba a ser demasiado larga; más si él se encargaba del equipo, protocolo, organización del evento.
-¿Qué es esto Agustonti? Se suponía que me tenías que ayudar a armar la fiesta loca y aparecés dos horas antes.
-No te preocupes querido –dijo Marian, tranquila, pegando un salto desde el último escalón del camión que manejaba-. Acá te traje los doscientos chongos que me pediste para la fiesta. ¡Ja! ¿Pensaste que no los iba a conseguir?
-¿Doscientos chongos Mariana? ¡Doscientos choclos te dije que trajeras! –gritó Pablo, desesperado- ¡CHOCLOS! ¡Es para el decorado de la fiesta! ¿Qué vamos a hacer ahora con doscientos tipos en pelotas, envaselinados y encerrados en un camión?
-Apa –dijo Marian, comprendiendo, y encontrando inmediatamente una solución-. No te hagas drama. Me los llevo a todos a casa.
-¿Eh?
-Si si, tranqui tranqui. Yo me los llevo.
Se da vuelta y le pega un par de golpes a la parte trasera del camión.
-¡Mis chiquitos! ¡Cambio de planes! –gritó Mariana al interior del camión- Arrancamos para mi casa. ¡¡¡Wiiiiii!!!
Y así como vino, el camión de Marianilla desapareció de la vista de los asistentes a la fiesta. Por suerte, los únicos que tenían idea de esta situación eran los organizadores.

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-Tengo un anuncio que hacerles –dijo por fin Cintia, mirando al público desde lo alto de la escalera que daba al hall. Tenía el maquillaje de los ojos corridos por haber estado llorando minutos antes de decidir salir de su habitación a contar todo.
-¡Contanos Cin, contanos! –gritó un desubicado desde abajo. Creo que era Lucho, que ya estaba medio en pedo con Pepsi. Se oyó el ruido de un manotazo en una nuca y Lucho guardó silencio.
-Tengo que contarles…
Miró hacia abajo, a toda la gente que la estaba observando con atención. Justo debajo de la escalera, los periodistas de C5N tomaban notas y los de La Nación le sacaban fotos. Los de Clarín se habían colado, pero Ferrufino los sacó de 6, 7 u 8 patadas giratorias.
En ese momento Cin arrugó.
-¡Tengo que contarles a todos que los quiero mucho! –gritó Cin, repentinamente contenta, pero sabiendo, en su fuero interno, que había decidido en ese instante mentirles acerca de lo que tenía que decir. No dijo nada, al fin y al cabo.
Todos la miraron con desconcierto. Los periodistas no sabían que inventar para que la primera plana de sus respectivas páginas web o diarios o programas. Los fans de Cin, con vinchas y banderas que decían “Cin te queremos porque sos linda” no entendían nada.
-¿Nada más? –volvió a gritar Lucho desde abajo, y volvió a escucharse el ruido del coscorrón en la nuca de Lucho.
-Volvés a hablar y te pego más fuerte –dijo Orne por lo bajo, pero la escucharon todos porque nadie hablaba.
Siguieron en silencio hasta que Cin hablo:
-Hola, soy Cin.
Y todos aplaudieron de golpe. Los fans de Cin cantaban una canción en su honor y los fotógrafos empezaron a sacarle fotos bajando de la escalera toda divina ella.
-¡Alto! –gritó alguien desde el piso superior. Era Laura bajando las escaleras.- Contá la verdad Cintia. Deciles que en realidad…
Cintia no lo podía creer. Había sido traicionada. Vilmente traicionada. El tiempo parecía haberse congelado.
-Deciles quéeeee, deciles quéeeeee –insistió Lucho, ante la molesta pausa.
-¡Deciles que en realidad Cintita no es tu hija!

Continuará.

1 comentario:

Dreamer dijo...

Me encanta mi personaje!! siempre generando escandalo!!! podes inventarme un novio que sea un Lord Ingles..??? ajajajja seria genial!